Artículos de prensa

La tiranía del consenso

Rodrigo Soto

Los taxistas y demás conductores capitalinos no objetaron la ordenanza municipal que transforma en bulevar peatonal un tramo de la Avenida Central. .. pero tampoco la respetan. Los peatones, por nuestra parte, hemos resistido con heroísmo digno de mejores causas la progresiva invasión de vehículos, defendiendo un territorio conquistado a sangre y fuego.

Después de las 7 de la noche, sin embargo, el flujo de peatones disminuye, y los conductores aprovechan esto para reapropiarse la vía, a la que tampoco se muestran dispuestos a renunciar.

Así se ha establecido un nuevo equilibrio, una ley no escrita, según la cual la Avenida Central es un bulevar de las siete de la mañana a las siete de la noche, y una vía abierta al tráfico vehicular de las siete de la noche hasta las siete de la mañana ... De esta forma, nadie queda totalmente descontento, pero tampoco plenamente satisfecho ... Muy tico, sí señor.

Pero yo, no estoy de acuerdo.

Sé bien que no estar de acuerdo en Costa Rica es de pésimo gusto, cosa de majaderos y de necios. La presión social en favor del consenso es permanente y de una fuerza avasalladora.

Sólo a partir de un formidable consenso social, un pueblo mayoritariamente pobre y aislado, con casi todo en contra, pudo perfilar un proyecto nacional. En este aspecto, en el que otras naciones latinoamericanas o bien fracasaron, o bien obtuvieron resultados a medias, los ticos , los tiquillos coronamos con éxito.

Naturalmente, este consenso no siempre surge del acuerdo, y con frecuencia debió imponerse por la fuerza de las armas o de la autoridad patriaarcal.

Sea como fuere, me pregunto si como resultado de aquella etapa de nuestra historia, no arraigó en los costarricenses esta vocación inquebrantable por la uniformidad y el consenso (de la cual, hay que decirlo, fenómenos hoy bien estudiados como la «serruchadera de piso» no vienen a ser más que un aspecto).

Mirados desde esta perspectiva, mitos como el del porcentaje mayoritariamente «blanco» de nuestra población, vienen a enunciar, no tanto realidades, como nuestro deseo de uniformidad.

Pero entre lo imaginario y lo social media una compleja relación de doble vínculo. Así, e1 mito de la predominancia «blanca» ha favorecido la asimilación de los grupos étnicamente más diferenciados del componente predominantemente mestizo.

Creo que un mecanismo similar opera en otros ámbitos de nuestra cultura: una sociedad que premia el acuerdo y castiga la discrepancia, una sociedad que privilegia lo uniforme sobre lo diverso, que antepone siempre lo general sobre lo particular, lo abstracto sobre lo concreto; una sociedad, ·en fin, cuyo ideal histórico parece ser el hecho de lograr que todos los gatos sean pardos, es, ciertamente, una sociedad, en el sentido de que evidencia un grado muy alto de cohesión (por algo somos todos «hermaniticos»), pero, al mismo tiempo, lleva en su seno el germen de la decadencia.

Porque nunca se insistirá suficientemente en el papel del disenso como catalizador de la dinámica social. La discrepancia, el desacuerdo, la rebeldía, juegan un papel al menos tan importante como el de sus opuestos, para el funcionamiento de una sociedad.

En la cosmogonía hindú, la triada fundamental la integran Brahma, Vishnú y Shiva: principio creador, principio integrador y principio desintegrador, respeclivamente, presentes y activos en todo el universo. los tres resultan igualmente necesarios para el devenir de las cosas. De su interacción se origina el movimiento, principio de vida.

Todo esto está muy bien, y está muy bien saberlo. Pero mientras Shiva no se pasee con nosotros por la Avenida Central, mientras la represión y la censura del desacuerdo mantengan su actual intensidad, se perpetuará la tirania del consenso.

Y lo que es peor, el bulevar de 24 horas en la Avenida Central seguirá siendo un sueño.

Citar como:
Rodrigo Soto. «La tiranía del consenso» Semanario Universidad. 1994.