Rodrigo Soto
La mejor forma de ser humano es ser feliz. Una persona feliz es generosa, solidaria, lúcida, creativa, incansablemente trabajadora, comprometídamente responsable ... Todo, sin proponérselo.
Sin darse cuenta. Es, simplemente, feliz. Como decir una planta. O un árbol. Está ahí y hace lo que tiene que hacer. Nada más.
Entre nosotros existe la idea de la felicidad como algo ingenuo o pueril. Quien se propone ser feliz está en la luna, o no conoce, todavía, cómo es la cosa en estos-barrios. Hablar de la felicidad es hablar algo que no existe, nos dicen, de algo por definición inalcanzable. Parafraseando la Declaración Universal de Derechos Humanos, nos hablan de la felicidad como de un ideal por el que todos tenemos que esforzamos, asu-miendo de antemano que no es más que eso: un ideal, un norte para nuestros actos. En el mejor de los casos, la felicidad nos es presentada como un regalo, algo que nos cae del cielo-como decir, la lotería, pero que, por eso mismo con idéntico capricho nos puede abandonar.
Sin embargo, todos hemos sido felices. Todos hemos experimentado un instante, unas horas, unos días de felicidad. ¿Por .qué viene y se va? Para mí, la felicidad es un estado de plenitud y armonìa. Y es justamente eso, un estado: no una parcela ni un territorio que conquisto y en el que puedo instalarme para siempre. Como la vida misma, que es sólo un estado. Yo soy feliz cuando. tengo presente que estoy viviendo mi vida. Cuando me doy cuenta. Cuando la hago. Hacer mi vida en cada cosa que hago, en cada acto cotidiano. No como un propósito intelectual o externo, sino, simplemente, haciendo mi vida. La vida no como algo ajeno, impuesto, como una carga, una pesadilla o una.expiación de mis culpas o pecados, sino como este momento. En este momento, ¿qué hago yo? Esta es mi vida ahora ... Hago lo que quiero, lo que creo, lo que puedo. Hago aquellas cosas que me gustan, que amo.
Pero por supuesto, no siempre puedo. ¡Ah! Porque mi vida no comenzó hoy: y estoy metido en un montón de vainas que no me interesan, que np deseo y en las que no creo. Problemón tremendo. Nuestra vida es una historia, y si la historia es una mierda ¿Que podemos esperar del actual momento? Para mejor entender esto, basta pensar er nuestra historia colectiva: es terrible, es tremenda, es estremecedora y es, por supuesto, una historia de mierda. Como diría el borrachito de mi barrio: por eso estamos como estamos ¿Pero qué voy a hacer yo ante eso? ¿Voy a resignarme a ello, voy a seguir hundiéndome en la ciénega, atragantado con mi frustración, con mi rabia, mi asco, mi desdicha?
Yo no elijo eso. Ni ante mi historia personal ni ante nuestra historia colectiva. Ante mi historia personal, trato de hacer cada vez más las cosas que me gustan, y de gustar cada vez más de todo lo que hago; como ser social, escojo, igualmente, hacer cosas con los que hacen cosas por un cambio.
Quiero decir con esto que si Dios existe, no es responsable de nuestra desdicha o felicidad. Somos nosotros. Cada uno de nosotros. Nadie más. Y en cada momento.
Tal vez, como han dicho tantos pensadores, es cierto que el propósito último de nuestra vida es ta felicidad. O tal vez es cierto lo que afirman otros tantos, que la vida humana carece de propósito o finalidad. No sé... De lo que sì estoy convencido, es de que la mejor manera de ser humano es ser feliz, Y más que esa responsabilidad, tenemos esa oportunidad. No quisiera yo que algún dìa alguien -mis hijos, mis padres, yo mismo-, me reprochara haberla perdido. □
Citar como:
Rodrigo Soto. «La felicidad, la historia y el cambio» Semanario Universidad. 1990 o anterior.