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Aproximación a Gina
Joan Guasp

Es de agradecer y resulta muy estimulante que una pequeña editorial, como Periférica de Cáceres, edite una novela tan atractiva como ésta. Lo que uno no acierta a entender es la proyección que este librito encantador pueda tener, porque se lo merece de todas todas. Así que, en primer lugar y desde aquí felicitamos a los "periféricos" por su audacia y su buen ojo.

Gina, ya se supone, no es una novela cualquiera. Puede que no sea tan extraordinaria como reza en su contracubierta, pero sí es una narración infrecuente. Se la podría comparar, por su estilo, con el realismo mágico de los grandes escritores sudamericanos del siglo pasado. Siendo así, convendría más utilizar un nuevo término: el nuevo realismo centroamericano. Siendo su autor costarricense y el contenido de la novela lleno de referentes literarios, nos encontramos ante un relato de matiz mágico con elementos oníricos.

La novela está estructurada de una forma muy "comestible". Capítulos breves. Frases cortas. Diálogos esquemáticos. Descripciones relampagueantes. Gina, la protagonista de Gina, se pasea por las páginas de la novela dando saltos. De alegría. De disgusto. De estupor. De sorpresa. Habla de sí misma. De otros. Describe una situación. Un gesto. Una pregunta. Una respuesta. Dice de alguien que "siempre fue un buen borracho", que se sirvió un vaso de agua y se estuvo así, "no sé cuánto tiempo, sin pensar en nada".

Son esas breverías, esas migajas de excelente literatura, lo que dan cuerpo a la novela. No busquemos en ella un argumento, que existe por supuesto, pero muy en segundo plano. Lo que hay que buscar, y se encuentra incluso sin buscarlo, es ese estilo sutil, vaporoso, casi ingrávido, que da sentido a la lectura frenética de este libro inhabitual.

Rodrigo Soto, su autor, está considerado no en vano un renovador del género narrativo. Es seguro que es así. Habría que leer otros textos suyos para corroborarlo, pero ante nosotros tenemos a Gina que viene a confirmarlo. La protagonista de esta novela breve no actúa de una manera que puede parecer insólita, sino que se hace continuamente preguntas que también parecen insólitas. Pero ni lo uno ni lo otro es insólito. Todos actuamos así, todos nos hacemos las mismas preguntas, estas preguntas que no encuentran nunca una respuesta convincente.

La novela está escrita con maestría de dos formas distintas. En primera persona y en tercera persona. La primera se está viendo y analizando. La otra describe y observa, y luego nos indica lo que ha visto y observado. Ello le da una doble perspectiva a la obra, y si en una es personal, en la otra es más distante. Sorprende, en esa doble mirada, la cantidad de reflexiones que se pueden hacer en tan pocas páginas, y en donde se descubre que el cuerpo de Gina lleva en su interior las ideas del bien y del mal. Dos visiones -la propia y la neutra- tan complementarias. Es de esta manera que contemplamos el despertar de su pubertad, el paso de la niñez a la madurez, de la inocencia a la culpa. Hasta que uno -una- se acostumbra a esa culpa y deja de serlo porque las experiencias místicas lo trascienden todo.

Sólo añadir, y repetir, que se agradece mucho la brevedad de esta obra, su aparente fácil estructura, su forma ágil y atractiva y la dichosa dicha de su lectura.

Revista El Ciervo, España, mayo 2007.

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