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El "Nudo" de Rodrigo Soto
Carlos Cortés

La edición de esta notable novela breve, El nudo (2008), por la editorial española Punto de Lectura, confirma la importancia de la trayectoria literaria de Rodrigo Soto y su holgado dominio de la concisión y de la tensión inherentes al género.

El nudo, quizás el mejor libro de su autor, hasta el momento, abre una nueva perspectiva en su obra narrativa al superar las pretensiones metafísicas y filosóficas de su primera novela, La estrategia de la araña (1985), y los juegos paródicos de la segunda, Mundicia (1992), sin por eso abandonar la indagación existencial y el significado de la adolescencia en el periplo de sus personajes (que ha caracterizado su núcleo temático desde cuentos clásicos como Mitomanías y Figuras en el espejo).

Con maestría, El nudo se adentra en el retrato social y en los orígenes de la corrupción y de la profunda crisis moral que vive la Costa Rica actual, por medio de cuatro personajes capturados en el instante en que el delgado hilo de sus vidas se enreda ante el hallazgo casual de su destino en unas inocentes vacaciones de playa: “Renunció al juego y se ensimismó en su cuarto. Tendido de espaldas en su cama, vio, del otro lado de la ventana, una grieta de cielo asombrosamente azul, que resplandecía entre las nubes cansadas. Como si fuese una indicación o la señal esperada, rebuscó entre los adornos navideños, sacó uno de los paquetes guardados, raspó con una cucharilla el contenido y, antes de inhalarlo, lo contempló deslumbrado por la pureza de su color blanco”.

Esta traza generacional relaciona El nudo con el reciente ciclo narrativo al que pertenece Te llevaré en mis ojos de Rodolfo Arias, y otras novelas recientes, aunque sin demorarse en la descripción exhaustiva, casi notarial, de la época y en los rasgos identitarios de la generación de 1970. Los personajes de Soto son casi una década más jóvenes y de un estrato social superior –“del colegio Los Angeles al Saint-Claire”-, pero viven otro país: no se definen por su “educación sentimental” e ideológica, como los de Arias, sino por su inserción en otro sistema de valores, que multiplica las contradicciones internas y cierra cualquier intersticio de libertad.

En Soto no hay nostalgia, como en Arias, sino ironía y sobrevivencia vitalista. El universo de Arias era unitario, mientras que el de Soto es parcial y fragmentario, y en él sólo los actos humanos, no siempre concatenados, y a veces erráticos, recuerdan la perdida unidad del mundo.

El relato retrata intencionalmente una parte de la clase media alta (en ascenso, real o simbólico) situada entre los Hatillos, La Sabana y la “miamización” de Escazú, y se concentra en las ambiciones y fracasos de estos grupos sociales, por alcanzar la promesa de felicidad material que se les ofreció en la segunda mitad del siglo XX. Transcurre del primer plano al plano general, de la historia individual a la social y política, saltando al mundo globalizado, en una búsqueda incesante de la verdadera realidad o de fragmentos de realidad que le devuelvan sentido a la existencia. Si antes eran ilusiones, lo que volvía reales a los personajes, ahora es su ausencia y la condición contemporánea de asumirse como individuos contradictorios.

Luis, el protagonista, es el hombre que cambió su moto Honda por un BMW negro y el carné del Colegio de Abogados por una engañosa sensación de seguridad (el todo va bien, aquí no ha pasado nada): “La tarde en que se vio por fin sentado en su curul de la Asamblea Legislativa, vestido de traje oscuro y con un micrófono adelante, entrevió la posibilidad de que lo que estaba viviendo fuera algo más que un sueño, y sintió por un momento que su vida era real”.

Más allá de lo anecdótico, El nudo nos confronta con la incertidumbre del presente y con las grandes cuestiones de principios de siglo: ¿cómo nos volvemos reales en un mundo irreal? ¿Cómo se construye la realidad sin imágenes colectivas? –que, por supuesto, superen los partidos de la “Sele”, que no son nada más que otro reality show por televisión-. Este también es el camino que ha surcado la narrativa de Rodrigo Soto, combinando la literatura ideológica de sus primeras novelas con el realismo y la anatomía vital de una época de transición, como se presenta en E


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