ENTRE EL WESTERN Y LA NOVELA CARCELARIA
Suelen decir los estudiosos que América Latina ha aportado –acaso- un par de subgéneros a la narrativa mundial: la literatura del dictador y la literatura bananera. Entiéndase: hablo de géneros y no de estilos, pues si habláramos de estos últimos, sería de rigor mencionar el realismo mágico, la literatura de lo fantástico y todo aquello que caracterizó el llamado boom latinoamericano.
Si bien la literatura del dictador ha tenido cierta continuidad y encontrado cultores, quizás hasta el día de hoy –se me ocurre que Cruz de Olvido, de Carlos Cortés, podría leerse como una reelaboración de este subgénero- no ha ocurrido lo mismo con la literatura bananera.
Tal parece que de mediados del siglo pasado en adelante las sucesivas generaciones de escritores asumieron –asumimos–, que la literatura bananera solo permitía hablar de las fincas y los enclaves fruteros, y que esos tópicos y temas tenían cada vez menos lugar y resultaban poco interesantes en el contexto crecientemente urbano e industrializado de finales del siglo XX, no digamos ya en la era de la informática y del microchip.
Esta visión, sin embargo, podría resultar limitada, pues deja de lado o ignora precisamente las características generales, genéricas, que hacen de la literatura de los enclaves bananeros un subgénero narrativo. ¿Cuáles serían estas características?
Sin afán de ser exhaustivo, y admitiendo que mi conocimiento de la literatura bananera es limitado, me atrevo a enumerar algunas:
- El desarraigo. Los personajes viven en un medio en el que no nacieron y que no es el suyo. Este sitio es una especie de “no lugar” en el que las instituciones y las leyes bajo las cuales crecieron los personajes, no existen o han dejado de operar. Los personajes han llegado a ese entorno y saben que tarde o temprano saldrán de ahí: muertos muchos, algunos pocos, vivos. Como corolario del desarraigo, suele aparecer también el motivo de la añoranza o la nostalgia por el mundo primigenio del cual los personajes se han desarraigado.
- El desengaño. Los personajes han llegado ahí voluntariamente en busca de futuro y oportunidades, pero se encuentran en una situación degradante o inhumana.
- La degradación. Los personajes ven degradarse a otros a su alrededor y luchan por no hacerlo ellos mismos.
- La amistad/solidaridad/compañerismo. En un medio deshumanizado y cruel, la amistad y el compañerismo son uno de los escasos consuelos.
- La enajenación. Los personajes deben someterse a prácticas y dinámicas que les resultan ajenas, extrañas, acerca de las cuales no tienen posibilidad de decidir. Son parte de un gigantesco engranaje institucional/empresarial que impone y determina las formas de relación entre ellos.
- Lo masculino. Se trata de un universo predominantemente masculino. Las mujeres son prostitutas o fonderas –el comercio carnal y la alimentación-. Tampoco hay niños ni viejos en este medio. Hombría, violencia y brutalidad son tres elementos que suelen aparecer entremezclados y casi siempre son sinónimos.
- La precariedad vital. La enfermedad y otras amenazas del exterior acechan siempre: bestias, serpientes, accidentes y desastres climatológicos. Este mundo en el que los personajes se debaten torna sumamente precaria la subsistencia de los personajes.
- La conspiración. La conspiración es un motivo frecuente. Puede ser una conspiración para rebelarse, para librarse de ese mundo, pero también puede ser para vengarse de quienes han sacan partido de él.
- La convivencia forzosa. Los personajes se ven obligados a convivir e interactuar con muchos otros que se encuentran en la misma condición que ellos, pero no pueden decidir con quiénes.
- La alteridad. Hay siempre una presencia importante de lo Otro, de otro, de una alteridad cultural: alguien cuyos valores y manera de ver el mundo son sustancialmente diferentes –a menudo también su lengua-. Este Otro puede encontrarse tanto en una posición de poder como en una de igualdad e inclusive de subordinación a los pesonajes principales.
Estos serían, repito, algunos elementos consustanciales al subgénero de la novela bananera. ¿Qué podríamos hacer hoy con ellos? ¿Es posible dar continuidad al género, trasponiendo estos elementos a realidades –históricas y sociales- sustancialmente diferentes a las del enclave bananero, tal y como ocurrió con el western, por ejemplo?
A propósito del western, pueden trazarse algunos paralelismos entre este subgénero y el de la literatura bananera: el carácter predominantemente masculino del universo narrativo y de los personajes centrales, por ejemplo, pero también el hecho de que estos últimos se movilizan por una promesa, la búsqueda de una futuro mejor, etcétera. En la literatura bananera, sin embargo, los personajes, lejos de encontrar el oro –como en algunos western-, se ven confinados en una reservación indígena.
Si bien la literatura del dictador ha tenido cierta continuidad y encontrado cultores, quizás hasta el día de hoy –se me ocurre que Cruz de Olvido, de Carlos Cortés, podría leerse como una reelaboración de este subgénero- no ha ocurrido lo mismo con la literatura bananera.
Tal parece que de mediados del siglo pasado en adelante las sucesivas generaciones de escritores asumieron –asumimos–, que la literatura bananera solo permitía hablar de las fincas y los enclaves fruteros, y que esos tópicos y temas tenían cada vez menos lugar y resultaban poco interesantes en el contexto crecientemente urbano e industrializado de finales del siglo XX, no digamos ya en la era de la informática y del microchip.
Esta visión, sin embargo, podría resultar limitada, pues deja de lado o ignora precisamente las características generales, genéricas, que hacen de la literatura de los enclaves bananeros un subgénero narrativo. ¿Cuáles serían estas características?
Sin afán de ser exhaustivo, y admitiendo que mi conocimiento de la literatura bananera es limitado, me atrevo a enumerar algunas:
- El desarraigo. Los personajes viven en un medio en el que no nacieron y que no es el suyo. Este sitio es una especie de “no lugar” en el que las instituciones y las leyes bajo las cuales crecieron los personajes, no existen o han dejado de operar. Los personajes han llegado a ese entorno y saben que tarde o temprano saldrán de ahí: muertos muchos, algunos pocos, vivos. Como corolario del desarraigo, suele aparecer también el motivo de la añoranza o la nostalgia por el mundo primigenio del cual los personajes se han desarraigado.
- El desengaño. Los personajes han llegado ahí voluntariamente en busca de futuro y oportunidades, pero se encuentran en una situación degradante o inhumana.
- La degradación. Los personajes ven degradarse a otros a su alrededor y luchan por no hacerlo ellos mismos.
- La amistad/solidaridad/compañerismo. En un medio deshumanizado y cruel, la amistad y el compañerismo son uno de los escasos consuelos.
- La enajenación. Los personajes deben someterse a prácticas y dinámicas que les resultan ajenas, extrañas, acerca de las cuales no tienen posibilidad de decidir. Son parte de un gigantesco engranaje institucional/empresarial que impone y determina las formas de relación entre ellos.
- Lo masculino. Se trata de un universo predominantemente masculino. Las mujeres son prostitutas o fonderas –el comercio carnal y la alimentación-. Tampoco hay niños ni viejos en este medio. Hombría, violencia y brutalidad son tres elementos que suelen aparecer entremezclados y casi siempre son sinónimos.
- La precariedad vital. La enfermedad y otras amenazas del exterior acechan siempre: bestias, serpientes, accidentes y desastres climatológicos. Este mundo en el que los personajes se debaten torna sumamente precaria la subsistencia de los personajes.
- La conspiración. La conspiración es un motivo frecuente. Puede ser una conspiración para rebelarse, para librarse de ese mundo, pero también puede ser para vengarse de quienes han sacan partido de él.
- La convivencia forzosa. Los personajes se ven obligados a convivir e interactuar con muchos otros que se encuentran en la misma condición que ellos, pero no pueden decidir con quiénes.
- La alteridad. Hay siempre una presencia importante de lo Otro, de otro, de una alteridad cultural: alguien cuyos valores y manera de ver el mundo son sustancialmente diferentes –a menudo también su lengua-. Este Otro puede encontrarse tanto en una posición de poder como en una de igualdad e inclusive de subordinación a los pesonajes principales.
Estos serían, repito, algunos elementos consustanciales al subgénero de la novela bananera. ¿Qué podríamos hacer hoy con ellos? ¿Es posible dar continuidad al género, trasponiendo estos elementos a realidades –históricas y sociales- sustancialmente diferentes a las del enclave bananero, tal y como ocurrió con el western, por ejemplo?
A propósito del western, pueden trazarse algunos paralelismos entre este subgénero y el de la literatura bananera: el carácter predominantemente masculino del universo narrativo y de los personajes centrales, por ejemplo, pero también el hecho de que estos últimos se movilizan por una promesa, la búsqueda de una futuro mejor, etcétera. En la literatura bananera, sin embargo, los personajes, lejos de encontrar el oro –como en algunos western-, se ven confinados en una reservación indígena.
En fin, el tema central de esta breve reflexión es preguntar si los elementos distintivos de la novela bananera permiten recrear e indagar en el mundo de hoy... Y pienso que sí. Pienso que sí...
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