Violencia, arrepentimiento, perdón, justicia.
Como una planta maldita, la violencia se reproduce entre nosotros. En nosotros. Nos alimentamos con sus frutos y, sin percatarnos apenas, la multiplicamos y reproducimos cada día. ¿Cómo librarnos? ¿Cómo purificarnos y no ser más sus semillas? Solo el arrepentimiento y el perdón nos libran. Estos actos, consistentes simplemente en ponernos en el lugar del otro, son formas de eso que hoy llamamos “empatía”.
Solo si comprendemos las consecuencias de nuestras acciones, colocándonos en el lugar de aquellos a quienes hemos violentado, nos libramos del círculo de la violencia. Solo si comprendemos las causas que llevaron a actuar así a quienes nos violentaron, nos libramos del círculo de la violencia.
Solo colocándonos en el lugar del otro cesa la violencia y se crean las condiciones para que surja la justicia.
Solo si comprendemos las consecuencias de nuestras acciones, colocándonos en el lugar de aquellos a quienes hemos violentado, nos libramos del círculo de la violencia. Solo si comprendemos las causas que llevaron a actuar así a quienes nos violentaron, nos libramos del círculo de la violencia.
Solo colocándonos en el lugar del otro cesa la violencia y se crean las condiciones para que surja la justicia.
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