ESPEJISMOS (Los Días y sus Dones, 1980-2001)
Espejismos
Sé que cuanto miro es ilusión, desvarío de los sentidos, pero ni me resigno a ello ni puedo romper el cascarón…
***
El niño me miró como hubiese mirado yo cuando niño, a alguien como el que soy hoy.
***
Crecer es aprender a distinguir nuestras fantasías, adentrarnos progresivamente en los distintos niveles de la realidad, incluyendo los más fantásticos.
***
La oscuridad transforma, no sólo la apariencia, sino también el sentido de las cosas.
***
Me encontraba tan sumido en la acción, que detenerme hubiera sido como despertar de un sueño...
***
En el rostro de la mujer amada espejean voces que me hablan desde la infancia, desde la niñez, desde la juventud; rostros que murmuran secretos, cosas que sospecho: susurran y hacen guiños y aparecen y se esfuman –fantasmas vivos habitándola toda–. Luego hay un momento en que aparece un rostro desconocido que me habla desde el sitio más íntimo, más entrañable y querido, y me sorprende y me conmueve hasta las lágrimas, pues siento que he visto su rostro por primera vez, y lo hago para siempre mío. Y supongo que esto es el amor, o algo parecido.
***
El vértigo del enamoramiento y su sensación de 'caída en el otro': las cadenas de asociaciones y de ecos que la cercanía del ser amado nos produce; la sospecha permanente de que a esa persona la hemos conocido antes, y de que en cualquier momento recordaremos dónde, cómo, cuándo…
***
Por las mismas razones que todo captor queda atado a su presa, quien seduce depende de la persona seducida. Atado al espejismo de su poder, el seductor terminará arrastrándose, de ser necesario, con tal de no ver amenazada su imagen especular.
***
Abrí los ojos, despertándome, y ahí estaba el duendecillo –regordete, un pequeño bulto sobre la mesa del tocador–, como velándome… Una fracción de segundo nada más –un descuido, un accidente–, antes de disiparse y dejar sólo la duda.
***
La extrañeza que me asalta a veces, cuando me parece despertar de un sueño en plena calle, a medio día, entre la multitud. Soy un pasajero de mí mismo, abandonado repentinamente en un lugar desconocido.
***
Las apariencias no sólo son verdaderas, son también el único andamiaje que nos permite sospechar que las apariencias no son verdaderas
Sé que cuanto miro es ilusión, desvarío de los sentidos, pero ni me resigno a ello ni puedo romper el cascarón…
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El niño me miró como hubiese mirado yo cuando niño, a alguien como el que soy hoy.
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Crecer es aprender a distinguir nuestras fantasías, adentrarnos progresivamente en los distintos niveles de la realidad, incluyendo los más fantásticos.
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La oscuridad transforma, no sólo la apariencia, sino también el sentido de las cosas.
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Me encontraba tan sumido en la acción, que detenerme hubiera sido como despertar de un sueño...
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En el rostro de la mujer amada espejean voces que me hablan desde la infancia, desde la niñez, desde la juventud; rostros que murmuran secretos, cosas que sospecho: susurran y hacen guiños y aparecen y se esfuman –fantasmas vivos habitándola toda–. Luego hay un momento en que aparece un rostro desconocido que me habla desde el sitio más íntimo, más entrañable y querido, y me sorprende y me conmueve hasta las lágrimas, pues siento que he visto su rostro por primera vez, y lo hago para siempre mío. Y supongo que esto es el amor, o algo parecido.
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El vértigo del enamoramiento y su sensación de 'caída en el otro': las cadenas de asociaciones y de ecos que la cercanía del ser amado nos produce; la sospecha permanente de que a esa persona la hemos conocido antes, y de que en cualquier momento recordaremos dónde, cómo, cuándo…
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Por las mismas razones que todo captor queda atado a su presa, quien seduce depende de la persona seducida. Atado al espejismo de su poder, el seductor terminará arrastrándose, de ser necesario, con tal de no ver amenazada su imagen especular.
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Abrí los ojos, despertándome, y ahí estaba el duendecillo –regordete, un pequeño bulto sobre la mesa del tocador–, como velándome… Una fracción de segundo nada más –un descuido, un accidente–, antes de disiparse y dejar sólo la duda.
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La extrañeza que me asalta a veces, cuando me parece despertar de un sueño en plena calle, a medio día, entre la multitud. Soy un pasajero de mí mismo, abandonado repentinamente en un lugar desconocido.
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Las apariencias no sólo son verdaderas, son también el único andamiaje que nos permite sospechar que las apariencias no son verdaderas
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