MUNDICIA / Rodrigo Soto

Una bitácora del día a día, mes a mes, año a año, con textos incómodos o inconexos, de esos que no encuentran cabida en otro sitio, hasta que la muerte u otro bicho o alimaña se aparezca o nos separe... paralelo10@correo.co.cr

sábado, mayo 27, 2006

DESEO (Los Días y sus Dones, 1980-2001)

DESEO
Desde que me siento dueño de mi deseo, me río solo por la calle.
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La parte buena del baile comienza cuando nos hacemos conscientes de nuestros deseos y nos responsabilizamos por ellos. En realidad no hay opción: lo hacemos o lo hacemos. Porque los deseos –explícitos o secretos, públicos o inconfesos, conscientes o no–, son como una alfombra mágica a la que le pedimos: lléveme allá. Y hacia allá nos llevan. Por eso, antes de encaramarnos, es conveniente asegurarnos que estamos dando la dirección correcta, no vaya a ser que un día nos descubramos perdidos en mitad del desierto.
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La sustancia viscosa del Deseo.
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La delicia dolorosa del Deseo.
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Los espejismos de mi deseo se desvanecen antes de que pueda tocarlos.
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Desde el punto de vista del psicoanálisis, al intencionar el Deseo el sujeto lo transforma en sentido, en discurso, en lenguaje… Desde el taoísmo, por el contrario, al intencionar el sentido (el Tao, la energía pulsional primaria), la conciencia lo trans­forma en Deseo, origen de la infelicidad. Freud diría: no se puede vivir en el Deseo. Lao-tse dice: ¡instálate en el Tao!