TLC y "Seguridad Nacional"
Hace algunas semanas, cuando en los Estados Unidos la suerte legislativa del TLC resultaba incierta, el presidente de ese país, George W. Bush, comprometió todos sus esfuerzos para lograr su aprobación. Además de apersonarse, él y su Vicepresidente, en el Congreso, el cabildeo y las presiones sobre quienes titubeaban o se oponían fueron constantes.
Uno de los argumentos utilizados por el Presidente Bush para abogar por el CAFTA –según informaron abundantemente los medios de comunicación–, afirmaba que el Tratado no era solamente una cuestión comercial, sino un asunto de seguridad nacional. De hecho, es dable suponer que este argumento pudo allegarle algunos votos en la crítica votación.
Quienes en Costa Rica defienden el Tratado han de haberse estremecido y susurrado para sus adentros algo así como: “¡Compadre no me ayudes!” Pues el argumento del presidente Bush confirma algo que, quienes nos oponemos al TLC, hemos venido sosteniendo: que el Tratado no es solamente un acuerdo comercial, sino que tiene implicaciones que trascienden, por mucho, ese plano. A confesión de parte relevo de pruebas, dicen los abogados.
Es legítimo que un país orqueste una política de seguridad nacional que incluya acuerdos comerciales. (De hecho, hasta podría decirse que es inteligente que sea así..)
Lo desde este lado de la cancha nosotros tenemos que preguntarnos, es qué pitos tocamos ahí. Es decir, si el CAFTA hace parte de la política de seguridad nacional de los Estados Unidos, ¿cuánto compromete nuestra propia seguridad –o si se prefiere-, nuestra autonomía nacional? ¿Estamos dispuestos a suscribir un acuerdo comercial que declaradamente es parte de la estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos? ¿A cambio de qué y por qué? ¿Seremos solo una ficha en el tablero donde otros juegan, o con un resto inteligencia y dignidad seremos capaces de jugar nuestro propio juego, en asocio con otros?
Uno de los argumentos utilizados por el Presidente Bush para abogar por el CAFTA –según informaron abundantemente los medios de comunicación–, afirmaba que el Tratado no era solamente una cuestión comercial, sino un asunto de seguridad nacional. De hecho, es dable suponer que este argumento pudo allegarle algunos votos en la crítica votación.
Quienes en Costa Rica defienden el Tratado han de haberse estremecido y susurrado para sus adentros algo así como: “¡Compadre no me ayudes!” Pues el argumento del presidente Bush confirma algo que, quienes nos oponemos al TLC, hemos venido sosteniendo: que el Tratado no es solamente un acuerdo comercial, sino que tiene implicaciones que trascienden, por mucho, ese plano. A confesión de parte relevo de pruebas, dicen los abogados.
Es legítimo que un país orqueste una política de seguridad nacional que incluya acuerdos comerciales. (De hecho, hasta podría decirse que es inteligente que sea así..)
Lo desde este lado de la cancha nosotros tenemos que preguntarnos, es qué pitos tocamos ahí. Es decir, si el CAFTA hace parte de la política de seguridad nacional de los Estados Unidos, ¿cuánto compromete nuestra propia seguridad –o si se prefiere-, nuestra autonomía nacional? ¿Estamos dispuestos a suscribir un acuerdo comercial que declaradamente es parte de la estrategia de seguridad nacional de los Estados Unidos? ¿A cambio de qué y por qué? ¿Seremos solo una ficha en el tablero donde otros juegan, o con un resto inteligencia y dignidad seremos capaces de jugar nuestro propio juego, en asocio con otros?
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